El académico de la U. de Santiago y uno de los autores del estudio publicado en una prestigiosa revista científica italiana, Dr. Pablo Lacoste, apuntó a Chile como la cuarta potencia del mundo como exportadora en la industria vitivinícola y llamó a reflexionar acerca de la importancia de proteger las tierras de los vinos campesinos, tradicionales de uva país, ubicados al sur del Río Mataquito.
Catalogada como la principal industria emblemática de la nación y la principal exportación industrial, Chile exporta más de dos mil millones de dólares en vino, lo que convierte a nuestro territorio en la cuarta potencia del mundo como exportadora. Solo superada por las tres superpotencias de Francia, España e Italia, pero por sobre países como Estados Unidos, Australia, Argentina, Nueva Zelanda o Sudáfrica, Chile tendría el potencial, sin embargo, no el desarrollo de identidad de la industria.
Así enmarca la situación de nuestro país el historiador y académico del Instituto de Estudios Avanzados Usach, Dr. Pablo Lacoste, quien apuntó que, ante este problema, el vino chileno tendría un precio de venta “muy bajito”, siendo percibido en el mercado como un vino sin mucho valor simbólico o patrimonial, un área importante para tener “mayor rentabilidad para los viticultores, para la gente del campo, toda la industria y la cadena de valor que podría fortalecerse gracias al desarrollo de esta dimensión”.
Es ante esto es que surgió el estudio sobre las viñas patrimoniales en Chile, recientemente publicado en la revista científica italiana “Opificio della Storia”, que buscaría revertir esta situación y poner valor a la dimensión patrimonial de los viñedos de nuestro país.
“Hasta ahora, Chile no ha podido desarrollar la dimensión simbólica, cultural y patrimonial de sus vinos. Este ha sido el lado débil que ha sufrido la industria vitivinícola chilena. A diferencia de lo que ocurre con los países del llamado “nuevo mundo vitivinícola”, donde la tradición vitivinícola es muy reciente como en Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Argentina, en Chile es muy antigua. En estos 500 años de tradición que tiene, todavía no lo ha podido poner en valor y realizar desde el punto de vista patrimonial y simbólico”, sostuvo el académico y autor del libro “La vid y el vino en el Cono Sur de América”.
Impacto social y económico
El estudio, en el que también formó parte el fundador del Diplomado en Vino Chileno de la PUC y director de la Escuela de Agronomía de la Universidad Mayor, Philippo Pszczolkowski, y el creador del 4 de septiembre como Día Nacional del vino chileno, Gonzalo Rojas, detectó 15 mil hectáreas, al interior sur del Río Mataquito hasta el Bío Bío que mantuvieron los métodos tradicionales de cultivo de comienzos de la colonia española con desarrollo de métodos propios de sistema de riegos y de vinos con uva tradicional del país que lograron mantenerse vivas “a pesar del discurso de la industria que recomendaba arrancar las cepas tradicionales y plantar la cepa francesa”.
“Los campesinos fueron fieles a su identidad, a su legado cultural, y mantuvieron estas viñas, y estas son las viñas que tienen ahora un enorme valor patrimonial. Desde ahí surge esta idea, se ha ido reflexionando de la importancia del patrimonio vitivinícola. Para ayudar a que se instale el tema en la agenda para tratar de crear conciencia y lograr el apoyo de la cancillería y la presidencia de la República para hacer la postulación formal ante la UNESCO de estos viñedos como Patrimonio de la Humanidad”, apuntó el Dr. Pablo Lacoste, también director de la Revista Iberoamericana de Viticultura, Agroindustria y Ruralidad (RIVAR).
Con el objetivo de lograr el reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, el historiador indicó que este paso lograría subir de categoría a la industria, incorporarse a un mapa mundial en una corriente internacional de turismo que va a conocer los viñedos patrimoniales lo que podría ser rentable para las regiones del Maule, Ñuble y del Bío Bío y un impacto social y económico relevante para el país. “Si logramos que estos viñedos campesinos se conviertan en Patrimonio de la Humanidad, vamos a tener múltiples beneficios sociales y económicos porque esas zonas son de fácil acceso, y los campesinos podrán poner en marcha un montón de pymes turísticas para recibir a esos turistas. Además, vamos a frenar el avance de la frontera forestal, que es la que está avanzando en esos territorios, que arrancan viñas patrimoniales de 500 años para plantar eucaliptos y pinos porque resultan más rentables”, concluyó Lacoste.
Fuente: Usach.