Por Gustavo Daza, Vicepresidente de Mercados Comerciales para América Latina y El Caribe Motorola Solutions
La guerra entre Rusia y Ucrania –con todos sus devastadores efectos– tiene una derivada económica que se expresa en múltiples variables. Una de ellas, el aumento del costo de vida. Ello, debido no necesariamente al tamaño de las economías involucradas en el conflicto –Rusia y Ucrania, entre ambas, equivalen sólo a una décima parte del PIB de Estados Unidos–, sino a su peso estratégico en la cadena de suministros.
Ambos países figuran entre los principales proveedores de materias primas a nivel global. Por ello, las sanciones económicas, el cierre de fronteras y las dificultades para el libre tránsito de mercancías han elevado los precios de los granos, fertilizantes, metales e hidrocarburos a niveles que, hasta antes del avance de las fuerzas rusas, el 24 de febrero, no estaban en la imaginación ni en las proyecciones de nadie.
Días después del inicio de las hostilidades, el cobre bordeó los US$5 la libra, el mayor precio exhibido en toda la historia; el gas natural TTF holandés alcanzó un máximo histórico de US$ 193,19 por MWh; el crudo siguió la misma tendencia, con el Brent en US$112,74; el contrato futuro a mayo de trigo SRW de la Bolsa de Chicago se disparó a US$10,48 bushel (unidad de medida que se utiliza en el comercio de granos, harinas y otros productos análogos), el mayor precio que se tiene registro, según Bloomberg. Y así, la lista podría engrosarse por varias líneas más.
¿Qué hay con todo aquello? Que, incluso asumiendo el aumento de costos –principalmente en lo relativo a la energía– algunas economías de América Latina tendrán cierto margen para el optimismo, siempre y cuando sean capaces de acoger con eficiencia y productividad a los actores que necesitan sustituir la energía, los alimentos y los minerales que se bloquean a causa de la guerra.
Tal como bien editorializa Wall Street Journal, el creciente interés por la potasa canadiense, el petróleo de Brasil, el platino de Sudáfrica, el trigo argentino, el aceite de girasol y de soja, es un reflejo de cómo el conflicto está realineando los flujos comerciales, con los desafíos que ello supone.
Para que este escenario pase de desafío a oportunidad, los países necesitan, claramente, que las complejas cadenas logísticas funcionen de manera inalterada y segura, y es ahí donde el factor tecnológico irrumpe con una fuerza cada vez más visible.
Motorola Solutions, con su ecosistema de soluciones de comunicación, se posiciona como el mejor aliado tecnológico en esta materia para industrias complejas en sus objetivos cruciales de dar continuidad a sus operaciones y encajar todas las partes de la cadena productiva.
Es hora, entonces, de reimaginar lo que la tecnología de la seguridad puede ofrecernos en materia de eficiencia, rendimiento y calidad de los procesos. El ecosistema de tecnología integrada de Motorola Solutions para empresas unifica voz, video, analítica y software, para aumentar la seguridad de las operaciones, ayudando a que las empresas puedan detectar, analizar, comunicar y responder de manera proactiva y efectiva a las amenazas operativas y de seguridad.
Sin duda la tecnología es un eslabón clave para que las empresas de la región puedan estar listas para afrontar los desafíos cada vez menos previsibles.
Fuente: Vía Central.