- Entre otros, indican que la política de incendios está fuertemente orientada a la capacidad de reacción, pero no a la prevención
Cada vez se han hecho más ocurrente en Chile que durante la época de verano se produzcan grandes incendios forestales, escenario que no le es ajeno a la Región de Valparaíso. En su momento fue el megaincendio que se produjo en el 2014, que dejó a miles de familias damnificadas en la ciudad puerto. Más reciente es el siniestro que afectó a Viña del Mar a fines del 2022, del cual hasta el día de hoy se sigue trabajando en los cientos de hogares que se perdieron.
Si bien los factores para que se genere este tipo de situaciones varían, el resultado siempre recae en lo mismo: viviendas consumidas por el fuego y personas damnificadas, hectáreas de vegetación pérdidas y contaminación ambiental, a lo que se agregan traumas psicológicos y el miedo latente a nuevas catástrofes de esta magnitud.
Las principales críticas que recaen sobre las autoridades se refieren a la falta de planificación urbana, a la poca importancia que se le da al entorno natural y a la ausencia de consciencia a la hora de realizar plantaciones de especies que, en lugar de ser una ayuda, se transforman en un gran problema.
Juan Celis, académico de la Escuela de Agronomía PUCV, expresó que “efectivamente la política de incendios está fuertemente orientada a la capacidad de reacción, pero no a la prevención”. Y si bien se ha especulado que su incremento se debe solo a la falta de agua y a la sequía, asegura que esto es solo una consecuencia, como los incendios, el cambio drástico de uso del suelo y a la pérdida de ecosistemas naturales.
“Si bien tiene un componente climático, es importante también por la pérdida del servicio ecosistémico de regulación hídrica, la merma y/o degradación de los ecosistemas naturales, el bosque y matorral esclerófilo. El bosque nativo es clave para el ciclo hidrológico, porque si este no está en la toma de decisiones o la legislación, no se revertirá el problema”, advierte Celis.
Planteó que una forma de hacer frente a esta situación sería reemplazarla por vegetación menos inflamable y de más bajo consumo hídrico, para reducir las condiciones de sequía y con esto el riesgo de incendios. “En general, las condiciones naturales de estos ecosistemas involucran una menor biomasa en altura y una menor densidad de individuos arbóreos por hectárea, condiciones que naturalmente disminuyen la propagación de incendios”, complementó.
Por su parte, Ariel Muñoz, académico del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, explicó que el mayor problema radica en que el sector urbano “se extiende y va utilizando nuevas áreas que en el pasado han sido destinadas a actividades productivas, como las plantaciones forestales en la periferia de centros poblados”.
El desarrollo inmobiliario y la falta de planificación y cuidado de los propietarios “genera condiciones donde aumenta la interfaz urbano-forestal, y con esto el riesgo de incendios con consecuencias para las comunidades que habitan estas zonas. La falta de planificación en el crecimiento urbano y de políticas claras de ordenamiento territorial están detrás de este riesgo”, planteó Muñoz.
Afirmó que “hasta la fecha, y en ausencia de un monitoreo de las condiciones ambientales en tiempo real y en forma extensiva geográficamente, no es posible saber dónde hay más posibilidades de que se desarrolle un incendio forestal”, a lo que agrega la importancia de tener presentes las estadísticas, al menos para considerar en qué regiones han ocurrido más eventos de esta índole.
Ambos académicos hicieron una crítica ante la falta de planificación urbana, la poca importancia que se le da al entorno natural y a la ausencia de conciencia al realizar plantaciones de especies que, en lugar de ayudar, se transforman en un gran problema.
Fuente: PUCV.