- En 2001 se publicó el Manifiesto para el Desarrollo de Software Ágil, que marcó un antes y después en la industria digital, promoviendo generar valor a través de la entrega rápida y continua de servicios.
- Después de la pandemia, son cada vez más las organizaciones que están aplicando esta metodología internamente y que se conocen como “células ágiles”.
17 de febrero, 2023. El pasado 12 de febrero la industria digital conmemoró la llegada de un concepto que revolucionó la forma de trabajar en múltiples mercados: la agilidad, metodología que se presentó hace 22 años en el Manifiesto para el Desarrollo de Software Ágil.
En términos de desarrollo de software, la agilidad es un tipo de metodología que tiene un enfoque iterativo de la gestión de proyectos para poder satisfacer las necesidades a través de entregas tempranas y continuas de desarrollo que aporten valor al proyecto, esto gracias a la colaboración de equipos multi disciplinarios y auto gestionados que existen gracias a esta metodología agile.
Esos fueron los inicios de un concepto que está en constante cambio y evolución para adaptarse a los tiempos y a las nuevas dinámicas laborales, especialmente post pandemia. De este modo, surgieron las denominadas células ágiles, que son pequeños equipos autónomos de profesionales, donde cada uno cumple con un rol específico para resolver un problema en conjunto.
En este contexto, la agilidad ha sido fundamental para que las empresas puedan reformular sus negocios y seguir creciendo. Así lo ha hecho la compañía global chilena KIBERNUM, que entre sus productos ofrece la búsqueda y contratación de talento IT. Esta no solo ha adoptado la agilidad en sus procesos, sino que también ayuda a otras organizaciones a incorporarla de manera eficiente en sus estructuras y cultura interna.
“Ningún líder puede esperar avanzar en las funciones o lograr un trabajo de calidad sin agilidad. Esta nos permite alinear rápidamente a las empresas y la cultura organizacional en función de entregar valor al cliente. Lo importante es que no solo se puede involucrar en los procesos tecnológicos, sino también en las decisiones del área de negocios, logrando un círculo virtuoso”, explica Rubén Altamirano, Líder de Agile Delivery en KIBERNUM.
Sin embargo, ¿están preparadas las empresas chilenas para incorporar la agilidad? No necesariamente. “La implementación de agilidad requiere una madurez cultural, que a toda organización le gustaría tener, pero que muchas veces no han logrado alcanzar. La cultura de una empresa la conforman las personas y, por ende, los equipos. Es por lo que en KIBERNUM realizamos un diagnóstico al nivel de madurez de los equipos y qué adherencia tienen a trabajar como un todo en pro de un objetivo, acompañándolos en este proceso de transformación “personal””, comenta Altamirano.
Los pecados y el futuro de la agilidad
La soberbia suele ser uno de los mayores problemas que tienen los equipos ágiles, lo que genera un peor clima laboral y hace que los profesionales no quieran ser parte de él. Otro error que suelen cometer las organizaciones es que quieren incorporar la agilidad, pero seguir basando su negocio en metodologías de trabajo tradicionales, el que todavía considera “disruptivo” este modelo.
Dos décadas después del Manifiesto, los expertos miran con optimismo lo que viene para la agilidad. “Actualmente la agilidad está muy presente en las industrias. Las empresas la han ido adoptando a sus procesos internos y lo seguirán haciendo, especialmente porque promueven la adaptabilidad y entregan la flexibilidad necesaria para ir adaptándonos a nuestros entornos que van cambiando cada vez más rápido”, asegura el experto de KIBERNUM.
La agilidad también cobrará protagonismo en su rol de catalizador de cambios culturales para nuevos modelos de negocio, adaptables a los mercados cambiantes de hoy en día. “El cambio cultural permite a las empresas dar espacio a que los equipos sean más colaborativos, transparentes, empoderados y que el negocio se torne más eficaz”.
Fuente: Parla