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Los requerimientos de la organización apuntan al cuidado del agua, los océanos, a cuidar el consumo y evitar desastres socio naturales a través de la protección de los ecosistemas.
La última época el medio ambiente vive un constante estrés en diferentes áreas, que aumentan su deterioro y que exigen medidas a corto plazo para revertir esta situación. El siguiente listado elaborado por Greenpeace establece tres de estas principales urgencias.
1.Crisis hídrica y defensa del agua: Nuestro país acaba de pasar por uno de los inviernos más lluviosos de los últimos años pero nada garantiza que esa agua sea gestionada para asegurar suministro. ¿La razón? El modelo de gestión de aguas. “Este sistema existe hace 30 años y, entre otras cosas, le otorga a privados derechos de agua para su explotación, acaparando los recursos hídricos, en desmedro de la priorización de los usos vitales del agua”, afirma Silvana Espinosa, vocera de la organización.
A pesar de este escenario lluvioso, a septiembre de este año, el 22,3% de las comunas del país siguen bajo decretos de escasez hídrica, afectando al 17,3% de la población, según la Dirección General de Aguas (DGA). Desde Greenpeace creen que la solución parte porque “las instituciones cambien el modelo y pongan el foco en la defensa de este recurso, protegiendo el agua como un derecho para todas las personas y defendiendo los ecosistemas que permiten su reserva y suministro, como bosques, glaciares, ríos y humedales, entre otros”, dice Espinosa.
2. Protección de los océanos: Hace algunas semanas Chile firmó el Tratado sobre la Conservación y Uso Sostenible de la Biodiversidad Marina más allá de las Jurisdicciones Nacionales (llamado BBNJ, por sus siglas en inglés), que busca fortalecer la gobernanza de los océanos y permite la creación de santuarios marinos que permitan cumplir con la meta de proteger el 30% de los océanos al 2030. El llamado de Greenpeace es que el congreso priorice esta ratificación. Sin embargo, a nivel local, sigue habiendo empresas que realizan actividades productivas en ecosistemas únicos como la Patagonia, e incluso al interior de áreas protegidas, violando el objetivo de conservación por el que fueron creadas, como es el caso de la empresa canadiense Cook Aquaculture y su centro ubicado en el Parque Nacional Laguna San Rafael, en la región de Aysén que nunca se ha sometido al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental. “Es urgente demostrar coherencia a nivel local y proteger en serio las áreas protegidas, frenando su destrucción por parte de industrias como la salmonicultura”, opina Silvana Espinosa, de Greenpeace.
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3. Reducir el consumo y frenar el desperdicio de plástico: El plástico es un material muy invasivo para el medio ambiente y lo contamina de diversas formas: con los residuos que llegan a los océanos, interfiere en la fauna y se descompone en microplásticos que incluso afectan la salud humana. En esta materia nuestro país ha ido avanzando con la prohibición de la producción bolsas plásticas y de los plásticos de un sólo uso, “pero aún tenemos mucho camino por recorrer”, dice Espinosa.
“Solo en Santiago se generan 1,3 kg de basura al día por persona, lo que nos sitúa dentro de los países que más desperdicios generan en la región. Como sociedad debemos adoptar hábitos de consumo que no se basen en lo desechable”, asegura la vocera de Greenpeace.
4. Detener los desastres socio naturales: En contexto de cambio climático, la ocurrencia de fenómenos meteorológicos extremos puede aumentar y derivar en desastres que no son naturales, “porque son producidos por decisiones que se toman en los territorios”, dice Silvana Espinosa. Algunas de estas decisiones son la de iniciar actividades productivas sin considerar las variantes ambientales, “como fue el caso de las inundaciones que sufrió la Celulosa Arauco este año por la subida del río Mataquito en la ciudad de Licantén (Región del Maule), que también afectó a la población del lugar. Esto demuestra que la instalación de actividades industriales no se hace cargo de los contextos ambientales en los que se desarrolla”, afirma la representante de Greenpeace.
“Otro caso emblemático es el de Reñaca y Zapallar, donde la presión generada por los edificios instalados sobre las dunas provocó socavones, generando el deslizamiento de material y produciendo inestabilidad del terreno, con las consecuencias que todos vimos”, afirma Espinosa.