El 04 de octubre, día en que comenzó el Sínodo sobre la Sinodalidad, el Papa nos ha presentado la exhortación apostólica Laudate Deum: “Alaben a Dios por todas sus criaturas”; esta exhortación, considerada como la continuación de la Carta Encíclica Laudato Si, tiene novedades en forma y fondo que no la inscribirán en el horizonte de un escrito más en torno al calentamiento global.
Desde el fondo, el Papa sacude el tema del calentamiento global del romanticismo verde, y lo ubica en el horizonte del impacto que provoca en la dignidad humana. O sea, lo califica como un flagelo que daña la dignidad del ser humano, aquel valor intrínseco que le es suyo al ser humano, señalándonos que no podemos seguir en esta dinámica mundial porque atenta contra nuestra dignidad, condenándonos lentamente al olvido. El Papa une esta idea de manera clara a la utilización de la fuerza de los más poderosos, contra los más débiles y vulnerables, conceptos y realidades tan propias de nuestra querida teología latinoamericana.
De esta manera, el Papa habla sin tapujos, no deja nada a dobles o terceras lecturas, realiza un análisis técnico, dejando en claro qué es lo que debemos hacer como humanidad, apelando a que las acciones reparatorias y proyectivas que quedan por hacer deben ser de corte comunitario, con estrategias que se orientan al bien común. No existirán los salvatajes solitarios y mezquinos solo para algunos.
La audacia y valentía del Papa claramente será tema de conversación en distintos ambientes, pero fundamentalmente es el grito en el desierto de cómo el egoísmo se transforma en una fórmula peligrosa en contra de la dignidad del ser humano, así como él mismo lo evidencia en el número 73 de la exhortación: «Alaben a Dios» es el nombre de esta carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo.
Christian Guzmán Verdugo, Subdirector Nacional de Formación e Identidad Santo Tomás.
Fuente: Simplicity.