Por Cristián Martínez, fundador de Crece Inmobiliario, Ingeniero Comercial, Magister en Administración de Empresas de IEDE y Master de Administración de Empresas en la Universidad de LLeida
La premisa básica de finanzas, o de cualquier inversión, dice que siempre es recomendable tener una diversificación en el portafolio. En el mundo inmobiliario, esto es una estrategia fundamental para mitigar los riesgos y maximizar los retornos a largo plazo, dado que poner todos los huevos en la misma canasta, especialmente en un mercado tan dinámico y complejo como el inmobiliario, puede ser contraproducente.
Si bien, invertir en una sola propiedad puede brindar un mayor control sobre la inversión, los pagos y el uso de la misma, también conllevan un riesgo significativo, ya que, en caso de que la apuesta no sea acertada, el inversionista podría perderlo todo.
Por otro lado, la diversificación en distintas comunas y proyectos permite dispersar el riesgo porque, si una inversión falla, el impacto en el portafolio total es menor. No obstante, esta estrategia requiere más tiempo y recursos para su gestión, al dividir la atención entre múltiples activos.
La diversificación no solo se limita a la distribución geográfica de las propiedades, también implica la combinación de diferentes tipos de activos inmobiliarios como viviendas, oficinas, locales comerciales o, incluso, proyectos de desarrollo. Cada uno de estos segmentos presenta sus propias características, riesgos y potenciales de rentabilidad, por lo que una adecuada ponderación puede brindar un equilibrio óptimo entre riesgo y retorno.
La decisión de diversificar depende de la preferencia por el riesgo de cada inversor. Es esencial establecer objetivos claros y una estrategia de inversión bien definida, que considere qué tanto está dispuesto a poner en juego el inversor, en sus metas financieras a corto, mediano y largo plazo.
Inicialmente, recomendaría comenzar con una inversión inmobiliaria sólida en uno o varios proyectos, para luego diversificar hacia otros tipos de activos, como acciones, que ofrecen una rentabilidad potencialmente mayor, pero también mayor riesgo. Es fundamental ponderar cuánto de los ingresos y ahorros se destinarán a inversiones más arriesgadas en busca de mayores rendimientos.
Un dicho popular en este mundo reza que, para aumentar el patrimonio, lo mejor es invertir en propiedades, pero para generar riqueza, es necesario explorar otros instrumentos financieros más arriesgados.
Además, la diversificación puede extenderse más allá de las fronteras nacionales. Invertir en el extranjero puede ser una opción atractiva para aquellos inversores que buscan aprovechar las oportunidades del mercado global y reducir su exposición a los riesgos locales. No obstante, es crucial contar con un profundo conocimiento del mercado inmobiliario local antes de incursionar en tierras extranjeras, donde las regulaciones, culturas y dinámicas pueden ser muy diferentes.
La diversificación es una herramienta poderosa, pero debe complementarse con un enfoque disciplinado, un análisis riguroso y una gestión proactiva del portafolio. Al combinar estos elementos, los inversionistas inmobiliarios pueden construir un patrimonio sólido y resiliente, capaz de resistir las fluctuaciones del mercado y generar retornos atractivos a lo largo del tiempo.
Fuente: LRM Comunicaciones