El Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, reiteró la esperanza de la Iglesia de que “desde lo más profundo de nuestra conciencia” crezca el reconocimiento y respeto “al derecho a la vida, desde la concepción a la muerte natural”. Así lo expresó durante la homilía que pronunció durante el solemne Te Deum de Fiestas Patrias de este año 2016, que se celebra en la Catedral Metropolitana, en presencia de las más altas autoridades del país.
El cardenal abordó el tema de la esperanza, “que invita a mirar hacia adelante”, y expresó que “nos hemos reunido en este lugar sagrado porque nos anima y asiste el anhelo y la voluntad de alcanzar, hoy y en el futuro, esa plenitud que aún no poseemos”. Añadió luego que “la esperanza es lo más urgente que nuestro pueblo necesita, porque la manera como nos situamos ante el futuro, de alguna forma, modela nuestro presente. El futuro repercute en la manera como orientamos nuestra convivencia y la vida social”.
Enseguida, el Arzobispo de Santiago expresó: “Al considerar nuestras propias actividades presentes, descubrimos en ellas una tensión hacia el futuro: elaboramos proyectos y planificamos políticas; se planean estrategias, se calculan presupuestos, se ensayan previsiones, etcétera, siempre en función del futuro. Gran parte de nuestras actividades están orientadas hacia lo que aún no poseemos, pero que esperamos llegar a poseer. Aspiramos a una educación de mayor calidad para todos y, especialmente, para los más carenciados; anhelamos mejorar el mundo laboral aumentando empleos de calidad y logrando salarios más éticos; aspiramos a que nuestros adultos mayores puedan vivir con mayor dignidad y que nuestros niños puedan desplegar sus alas para volar alto en la vida; deseamos pensiones dignas para los jubilados, acogida e integración para los numerosos inmigrantes y trato justo y fraterno para los pueblos originarios de nuestro país. Aspiramos a que la violencia sea enfrentada y derrotada con clarividencia y honestidad, buscamos una praxis política y empresarial libre de corrupción y, desde lo más profundo de nuestra conciencia de hombres y mujeres que buscan unir fe y razón, esperamos que crezca el debido reconocimiento y respeto al derecho a la vida, desde la concepción a la muerte natural”.
Más adelante, el pastor indicó que la esperanza que anuncia Jesucristo “tiene una realización concreta en la vida cotidiana. Así, cuando acogía a los pecadores y se sentaba a la mesa con ellos, no sólo anunciaba la oferta gratuita de salvación que traía de parte de Dios Padre, sino la realizaba concretamente. Quienes se sentaban a la mesa con Él no sólo escuchaban acerca de la Vida en abundancia, también experimentaban en su existencia concreta aquella auténtica vida humana que era anunciada en las parábolas”. Agregó que como en la Biblia, la nación también ofrece “poderosos estímulos para la esperanza”, y expresó:
“¡Qué responsabilidad para nosotros, hoy día! Especialmente frente a la tentación de dar cabida, en la vida social, a una falsa libertad, al imperio de la injusticia, la indolencia, el cinismo, el egoísmo, la crítica destructiva, la desconfianza. Se mata esperanzas alimentando la sensación que los problemas nunca serán resueltos. Por otra parte ¡cuántas ilusiones nos vienen vendidas y cuántas nuevas esclavitudes hemos creado en nombre de estos falsos ídolos! ¿Es razonable seguir esperando? ¿No sería más realista dejar de esperar, abriendo espacios a formas anárquicas o centradas exclusivamente en los propios intereses individuales?”.
El cardenal Ricardo Ezzati indicó la celebración de este Te Deum es ya una respuesta, y que el encuentro en la catedral de creyentes y no creyentes “es porque en nuestro corazón pesa más la esperanza que el desánimo. Si estamos aquí es porque, en la balanza de nuestro corazón, la convicción de que es necesario trabajar movidos por la esperanza tiene mayor peso que la desesperación”.
En otra parte de su homilía, el arzobispo afirmó: “Vivimos una época marcada por un severo espíritu crítico. El escrutinio público es riguroso y las exigencias son, cada día, más altas. Muchas cosas que, décadas atrás, se toleraban, se consideraban normales o se pensaba que eran una fatalidad, hoy –felizmente– se consideran inaceptables. En este sentido, el agudo sentido crítico de la sociedad actual implica un importante paso adelante, del que nos debemos alegrar”. Y señaló que esta agudeza crítica, sin embargo, hace que “experimentemos fuertemente la insatisfacción”, lo que nos debe llevar a preguntarnos por nuestros modelos de desarrollo, puesto que el tipo de desarrollo que hemos logrado no ha traído el bienestar humano que suponíamos”. El ser humano, indicó, no se conforma con poco y, especialmente un número significativo de jóvenes, aspira a una esperanza que los lleve a alcanzar la estatura alta de su vocación humana”.
Avanzando en su homilía, el Arzobispo de Santiago destacó otra cualidad de la esperanza: su carácter social y comunitario. “Lo más genuino del corazón humano no es esperar la felicidad sin los otros, y mucho menos esperarla en contra de los otros.
Lo auténticamente humano de la esperanza es su apertura al bien común, es decir, al bien de todos”, dijo.
Hacia el final de su exhortación, el cardenal Ricardo Ezzati indicó que “la fe nos asegura que la fuerza de Dios es siempre más grande que la debilidad humana y que los ataques del mal. Oramos de manera diferente, pero lo hacemos juntos, porque nuestros corazones reconocen una esperanza común”, y que “esta gran esperanza, que va más allá de nosotros, solo se puede apoyar en Dios, el Padre del universo, que trasciende todo, el único que nos puede dar aquello que nosotros, por nuestras solas fuerzas, no somos capaces de lograr”.
Fuente: Dirección de Comunicaciones Arzobispado de Santiago.