A vista y paciencia de los expertos en derecho constitucional la Comisión de Salud de la
Cámara de Diputados está por votar la posibilidad de legislar respecto de un proyecto
de ley que permite el aborto directo en ciertas situaciones. Este proyecto de ley
emanado por el ejecutivo es inconstitucional. En efecto, la constitución consagra el
derecho a la vida y el derecho a la integridad física y psíquica de las personas, e impone
a la ley el deber de proteger la vida del que está por nacer. Cuando este principio ha
pretendido ser cuestionado, el Tribunal Constitucional ha dicho que “al momento de la
concepción surge un individuo que cuenta con toda la información genética necesaria
para su desarrollo, constituyéndose en un ser distinto y distinguible completamente de
su padre y de su madre,… es posible afirmar que estamos frente a una persona en
cuanto sujeto de derecho”, y que “el derecho a la vida asegurado en el artículo 19 N°1
de la Constitución …asegura a toda persona –incluyendo al nasciturus- el derecho a
mantener la vida y conservarla frente a los demás hombres”.
Desde ese punto de vista queda claro que este proyecto de ley es el inicio de lo que
muchos quisieran, reformar la constitución de la República. Lo mejor desde ese punto
de vista es sincerar el debate. No es justo que aludiendo a causales dramáticas en las
que podrían encontrarse algunas mujeres durante su embarazo se pretenda liberar el
aborto como derecho de la mujer desconociendo el derecho que tiene el que está por
nacer a que se respete su vida. Quien estudie los procesos que llevaron al aborto libre
en Europa se dará cuenta que estamos siguiendo el mismo camino. Las consecuencias
han sido desastrosas. El útero de ser el lugar más seguro para custodiar y proteger la
vida en sus inicios se ha convertido en el más peligroso. Esa es la realidad y no
podemos quedarnos callados al respecto. Algunos pensarán que esta postura no
considera el drama de las mujeres cuando se ven enfrentadas a situaciones complejas
frente a un embarazo complejo, ya sea porque su vida está en riesgo, la sea porque el
niño viene con malformaciones o porque es fruto de un abuso. Lejos de eso.
Reconocemos el dolor y el drama que ello significa. Lo único que decimos es que el
aborto, es decir la eliminación deliberada de un se humano inocente es una solución
que implica violencia. Violencia hacia el inocente y débil. Violencia hacia el que no
puede defenderse. El talante de una sociedad se mide en la capacidad que tiene de
hacerse cargo del débil, del enfermo, del frágil. Desde ese punto de vista nos parece
más humano, más digno de una sociedad democrática que le da cabida a todos, generar
las instancias a nivel social y estatal que genere apoyo sicológico, económico, espiritual
y social a aquellas mujeres y sus familias que se encuentren en estos casos. Ello
evidentemente es más exigente, requiere más trabajo y empeño. Pero sin duda es la
forma como podemos ir generando una cultura de la vida y de la solidaridad y decir
que la violencia no soluciona los problemas sino que los agrava. Chile está enfrentado a
un dilema crucial. Si va a permitir o no que los fuertes decidan respecto de los débiles y
si va a permitir o no que la fuerza de la razón le ceda el espacio a la razón de la fuerza y
si va a permitir o no que el estado de derecho sea una mera poesía, un mero relato,
pero que no se hace verdad y realidad en los que no tienen voz. La Iglesia católica se
opone a este proyecto y le pide a quienes se dicen católicos que sean coherentes a la
hora de plantear este tema tanto en la esfera pública como privada. Es la hora de la
coherencia.
Fuente: Comunicaciones Arzobispado de la Ssma. Concepción.