Los medicamentos biológicos surgieron en los años ochenta gracias al esfuerzo de científicos y gran inversión de empresas farmacéuticas. Con la llegada de estos ha sido posible controlar y curar enfermedades, el ejemplo más reciente son las vacunas contra el COVID-19. Este tipo de medicamentos se producen a partir de organismos vivos y han mejorado significativamente la vida de los pacientes por su mayor eficacia y rapidez de acción.
Al igual que los medicamentos genéricos, surgieron los biosimilares. Cuando vencieron algunas patentes de los medicamentos biológicos, otras empresas se dedicaron a producir versiones similares que rápidamente demostraron se eficaces y seguras, aunque su entrada al mercado no fue nada fácil y aún hay un gran desconocimiento sobre estas alternativas de tratamiento.
A pesar de la experiencia de más de 15 años del primer biosimilar lanzado al mercado, aún se cuestiona si estos medicamentos representan oportunidades o riesgos para pacientes, médicos y sistemas de salud en cuanto a seguridad, efectividad y costos.
Esto ocurre ya que existe falta de información, hay comunicación imprecisa y falta de difusión y educación sobre la innovación científica en farmacobiología. Además, no hay conocimiento sobre el valor que aportan los medicamentos biológicos innovadores y sobre la evidencia de efectividad y seguridad de los biosimilares.
Hoy en día tenemos experiencia regulatoria de más de 10 años, que permite considerar a los biosimilares como una opción terapéutica que beneficia los pacientes y favorece a los sistemas de salud, al reducir los costos de medicamentos bio-terapéuticos.
La industria biofarmacéutica contribuyó significativamente en la búsqueda de medicamentos y vacunas para enfrentar la pandemia por COVID–19. Estamos presenciando un momento histórico, donde gracias a la colaboración y el esfuerzo se lograron desarrollar opciones terapéuticas en tiempo record. Por lo mismo, es necesaria una educación más completa para generar defensores de los tratamientos que mejoren el conocimiento sobre los biosimilares como un tratamiento efectivo y, a la vez, que ayude a pacientes y profesionales de la salud en la toma de decisiones para la inclusión de dichos medicamentos en los tratamientos.
El brote de COVID–19 impulsó la necesidad urgente de lograr un reenfoque en los sistemas de salud hacia una mejor distribución de los recursos humanos, mayor inversión pública que genere mecanismos que aseguren eficiencia y una revisión de los esquemas regulatorios que permitan la evaluación profunda de alternativas y la adopción de nuevos esquemas.
Los desafíos para la adopción de biológicos y biosimilares continúan e incluyen la falta de educación dirigida a los pagadores y pacientes, así como una regulación que incentive la innovación y reconozca el valor que tienen ambas opciones. Aún persisten miedos infundados con respecto a la eficacia y seguridad, además de otros problemas que surgen en cuanto al costo de los medicamentos, el acceso a ellos por parte de los pacientes y la inclusión en los formularios.
Marcos Sepúlveda
Director General Chile
Fuente: Llorente y cuenca.