- Más del 75% demanda cambios profundos en ámbitos como salud, educación o pensiones. Mientras, un 66% demanda cambios en la Constitución Política, un 61% de los chilenos señala que hay que actuar rápido porque los cambios no pueden esperar.
- Si bien piensan que habrá cambios, estiman que es probable que estos sean menores, que puedan implicar más costos que beneficios, que sus efectos se vean solo en el largo plazo y desconfían de la voluntad política de las elites para llevarlos a cabo.
- Las personas ven a las asambleas y los plebiscitos como las mejores formas para tomar decisiones colectivas. No obstante, se muestran reacios a participar.
- Según el Informe, Chile está inmerso en un proceso de politización que representa una oportunidad para construir una sociedad más cercana a las aspiraciones de la gente. Para aprovecharla, es necesario potenciar espacios de deliberación social y fortalecer el involucramiento de las personas en los temas públicos.
Santiago. 21 de Abril de 2015. El Informe sobre Desarrollo Humano en Chile 2015, titulado “Los tiempos de la politización”, plantea que el país está inmerso en un debate profundo acerca de lo que puede decidirse en sociedad; acerca de qué país queremos; qué cambiar, qué mantener y sobre todo, acerca de quién y cómo se deben tomar las decisiones colectivas. Al hacer entrega del Informe, el Representante Residente del PNUD en Chile, Antonio Molpeceres, señaló que este pretende ser una contribución a esos debates: “es una invitación a una conversación colectiva. Discernir qué caminos son los más deseables y los más viables para construir el desarrollo humano requiere de una deliberación social amplia a la cual esperamos se sumen la mayor cantidad de ciudadanos”.
La politización chilena es ambivalente y no está exenta de dificultades, pues está internamente tensionada. El Informe muestra la apertura al cambio: hoy los chilenos demandan cambios profundos en aspectos muy diversos de la vida social. Desde ámbitos directamente asociados a sus vidas cotidianas hasta otros aparentemente más abstractos como la Constitución Política. Las personas valoran positivamente el cambio (56% considera que es importante intentar cambiar las cosas malas que aún existen y solo un 21% señala que es mejor cuidar las cosas buenas que se han logrado).
Comparado en el tiempo, el Informe constata que esta demanda es hoy más exigente que antes. Así por ejemplo, si en el año 2003 dos tercios de las personas consideraban que “las soluciones necesitan tiempo”, diez años después dos tercios opinan que “se debe actuar rápido porque los cambios no pueden esperar”. En opinión de las personas, el cambio puede ser gradual, pero tiene que comenzar ahora y dar señales de ir en la dirección deseada.
No obstante, los chilenos desconfían que los cambios que puedan concretarse estén a la altura de sus demandas. Estiman que es probable que se produzcan cambios menores, que estos impliquen más costos que beneficios, que su impacto se exprese únicamente en un plazo muy largo y que, finalmente, solo se lleven a cabo los cambios que las elites permitan. Todas estas dificultades y problemas no logran, sin embargo, que la gente abandone su demanda de cambios profundos. Y es que, más allá de los problemas que identifican, las personas se resisten a creer que los cambios que demandan sean imposibles. Según el Informe, esta es una diferencia significativa respecto de la manera en que en décadas anteriores se pensaba acerca de los cambios en Chile. Comparando información cualitativa, el Informe constata que si en el año 2000 prevalecía en las personas un “bloqueo de la capacidad de soñar” un Chile distinto, en 2014 se detecta una “porfiada esperanza” en que, a pesar de todo, los cambios sean posibles.
Las personas están involucradas de distintas maneras y con distintas intensidades en los debates acerca de los cambios: un 92% simpatiza con alguna causa pública, 57% se declara interesado en la actualidad de país, 51% participa en organizaciones, 48% apoya una causa pública, el 45% conversa habitualmente sobre las noticias o hechos que ocurren en Chile; un 28% ha participado en acciones de protesta. Lo anterior muestra cómo las personas se interesan en los temas públicos más allá de su importante rechazo a la política formal la cual es vista por la gente como una actividad profundamente negativa.
El Informe muestra también que junto con demandar cambios profundos, las personas exigen ser parte de las decisiones que tienen que ver con ellos. Consultadas acerca de la mejor manera de tomar decisiones colectivas, prefieren formas directas y horizontales, tales como plebiscitos o asambleas y reuniones; (7,6 en escala de uno a diez) y rechazan que las decisiones sean tomadas exclusivamente por las elites gobernantes (4,8 en escala de uno a diez). No obstante, cuando se les propone diversas alternativas y, al mismo tiempo, se les confronta con los costos de participar, los porcentajes de quienes están dispuestos a hacerlo no parecen ser consistentes con esa exigencia de participación (Por ejemplo, un 45% estaría dispuesto a ir a votar regularmente para influir en las decisiones; un 35% estaría dispuesto a organizarse con otros para movilizarse). La falta de sentido de lo colectivo en sus vidas o la aversión al conflicto, son algunos de los factores que conspiran contra un involucramiento más consistente.
El Informe muestra una gran distancia entre las elites y la ciudadanía. Esto es reconocible en temas tales como la demanda de cambios profundos (mientras un 47% de la gente piensa que es necesario que las cosas cambien radicalmente, solo un 20% de la elites piensa igual; mientras un 66% de las personas piensan que se necesitan cambios profundos a la Constitución Política, solo un 38% de las elites piensa igual; o en la manera en que el Estado debe estar presente en diversos ámbitos de la sociedad (por ejemplo, mientras un 80% de los ciudadanos preferiría que fuera el Estado el que se hiciera cargo de las pensiones, solo un 30% de las elites piensan así). Pero quizá donde se marca con mayor fuerza esta distancia es en la apreciación que uno y otro tiene acerca de lo que puede producir el proceso de politización. Así, mientras un 46% de las elites en general (porcentaje que aumenta a un 68% entre las elites económicas) está de acuerdo con la idea que “si se hacen cambios profundos puede darse una situación de polarización social como la que se vivió en los años setenta durante la unidad popular”; solo un 25% de la opinión pública piensa de esa manera.
Para Rodrigo Márquez, Coordinador del Informe sobre Desarrollo Humano, el actual proceso de politización expresa tendencias de largo plazo de la subjetividad de las personas; en su trasfondo hay un malestar que se ha sostenido en el tiempo y que ha cambiado desde uno pasivo a otro activo y que va incluso más allá de él al punto de que ya no es necesario estar molesto con la sociedad para demandar cambios profundos. Asimismo sus desafíos se proyectan en el tiempo: “La gente seguirá demandando cambios profundos y a pesar de sus propias dudas y limitaciones se mantendrá involucrada de diversas maneras presionando a las elites a ejercer su poder y su conducción de manera distinta a como lo han venido haciendo hasta ahora”, señala Márquez.
El Informe de Desarrollo Humano sostiene que, aunque sin garantías, el proceso de politización representa una oportunidad para que los ciudadanos sean protagonistas de la construcción del país en el que desean vivir. Aprovecharla depende de la capacidad de la sociedad para enfrentar las tensiones de la politización, promover el involucramiento ciudadano en los temas públicos y potenciar espacios de deliberación social.
Descarga el informe completo en: http://www.cl.undp.org
Fuente: Acento Enlace.