En estos días se conmemora el Día contra el Acoso Escolar, como forma de relevar la importancia del buen trato y el rol de los establecimientos educacionales en ello. Cabe preguntarse, entonces, si ante tantos hechos de violencia que han afectado a centros educativos en el país, ¿pueden las instituciones hacer algo por evitarlo?
Cuando la violencia escolar se ha desatado, ya es tarde para actuar desde las instituciones educativas. Cuando hay hechos que constituyen delitos, como el uso de armas blancas o de fuego, cuando hay incendios o quemas de buses, atentados a las personas, o a la propiedad, debe actuar la fuerza pública, la policía.
Los establecimientos educacionales deben actuar antes. Son formadoras de estudiantes, de niños y jóvenes y como tal, tienen un rol preventivo en ello. Esta labor se debe hacer junto a la familia, la primera institución formadora. Se debe propiciar el logro de una verdadera alianza familia escuela, donde ambas se apoyen y trabajen en conjunto, orientadas a la promoción de valores como responsabilidad, solidaridad, respeto, lealtad, honestidad. Todo ello se esperaría que permita orientarse hacia el logro de una buena convivencia, aspirando a una cultura del buen trato.
Existen en el presente una serie de normativas ministeriales que apoyan en ello, en cuanto a acciones y programas preventivos: se debe contar con un equipo de Convivencia Escolar, con un Encargado de Convivencia, con protocolos de acción, Consejos Escolares, reglamentos de convivencia, entre otros.
Todo ello es necesario y posible de implementar, pero no debe descuidarse que, para formar personas, también hay que ocuparse de aquellos aspectos socioemocionales de los estudiantes y, por tanto, de quienes deberán mediar en ello.
Se requiere de una trabajo sistemático y constante, con programas acordes para que desde niños aprendan a expresar lo que sienten adecuadamente, de manera oportuna, y en el lugar correcto, evitando así que se acumulen dolores, resentimientos y otros, que posteriormente culminan en actos de violencia desmedida.
Este es un aspecto donde el país está al debe, por lo que se requiere incentivar programas serios que permitan el desarrollo de habilidades socioemocionales en el alumnado. Sin embargo, cabe preguntarse por qué no se hace, sabiendo la relevancia que tiene.
Cuando se trabaja en áreas formativas, primero es necesario capacitar a los actores relevantes, es decir los propios docentes, a quienes se les pide mucho, pero no siempre cuentan con las herramientas necesarias para hacerlo. En los tiempos actuales tan convulsionados, es necesario que los docentes se formen para poder luego responder a estas necesidades.
Carmen Birke Lüttecke
Docente carrera de Psicología Universidad San Sebastián
Directora Diplomado en Gestión de la Convivencia Escolar USS