Tras visitar las zonas afectadas por las lluvias y aluviones en la Región de Atacama, el académico de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Santiago, Jonás Figueroa, elaboró un documento de diez puntos donde especifica las situaciones que llevaron a que las consecuencias fuesen tan dramáticas.
El profesional recorrió los cauces fluviales, “carentes de los perfiles requeridos para recibir flujos violentos” y “sin la debida profundización”, con “ausencia de soluciones de continuidad que canalicen los flujos de quebradas hacia las trazas fluviales”.
La madrugada del 24 de marzo pasado, un aluvión arrasó con gran parte de la Región de Atacama. El río Copiapó desbordó su cauce, abriéndose paso entre los poblados cercanos y arrastrando consigo todo lo que estuviese a su paso.
Tras las devastadoras consecuencias, el académico de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Santiago, Jonás Figueroa, es enfático en señalar que es momento de adoptar cartas en el asunto. A juicio del experto en urbanismo, se deben tomar lecciones de lo sucedido en el norte del país, para encarar de mejor manera futuros desastres naturales. “Cada evento dramático -meteorológico, telúrico, de tsunami- tiene que dejarnos lecciones para corregirlas”, dice enfático.
El estado de indefensión en que quedaron los damnificados del norte del país, tras el alud de barro y escombros que cubrió la zona -a juicio de Jonás Figueroa- revela el actuar poco prolijo, que como sociedad, hemos tenido en asuntos territoriales.
Jonás Figueroa recorrió durante una semana, la zona de la catástrofe. “Estuve en Taltal, Chañaral, El Salado, Diego de Almagro, Copiapó, Paipote y Tierra Amarilla”, afirma mientras agrega que la principal batalla que enfrentan a diario los damnificados, son las secuelas psicológicas. “Tras ver cómo la corriente se llevaba sus enseres, sus viviendas y hasta a personas, los afectados quedaron muy impactados”, sentencia.
Mala planificación del espacio
“El estado en que se encuentran las orillas, las riberas, los márgenes de nuestros ríos, en algunos casos es deplorable”, denuncia el experto. “Indefinidos en su ancho, hemos dejado al mínimo estas trazas fluviales por lo cual -cuando han venido estos eventos meteorológicos violentos- se han llevado gran parte de esos rellenos que en algún momento, imprudentemente, realizamos sobre ellos”, sentencia.
“Es necesario que aunque haya flujos normales de agua, que los ríos sean ríos, y no otras cosas como rellenos o usos urbanos como algunos parques o plazas, que se han remplazado a costa de quitarle ancho a las propias orillas”, explica Jonás Figueroa mientras agrega que pese a lo positivo que puedan ser la proliferación de áreas verdes, no es “conveniente”.
“Nuestros ríos están a la espera de que alguien se preocupe, que haya un organismo -un control, una normativa- que permita, en definitiva, mantenerlos como piezas paisajísticas en toda su extensión”, explica el académico Figueroa. Según el arquitecto, actualmente, nuestra sociedad no concibe la idea de que los ríos -y sus riberas- son estructuras que deban estar bien establecidas. “No tenemos presente que los ríos tienen que ser ríos y que las riberas tienen que estar bien constituidas, que los puentes deben tener la altura y el ancho necesario, para atrapar los volúmenes que trajeron el aluvión”.
Por qué hacer un decálogo
“No podemos esperar que, por el cambio climático, estos episodios meteorológicos violentos se repitan con mayor frecuencia y tengamos que sufrir muchas veces la experiencia dramática de lo que hemos vivido”, explica el académico Jonás Figueroa. Según el arquitecto, se necesita un mayor gobierno del territorio, que evite la repetición de este tipo de situaciones, mediante planes de ordenamiento territorial que permitan anticiparse a la emergencia.
“Necesitamos que los planes e instrumentos que tenemos de ordenamiento urbano, productivo y energético, tengan la cultura de la prevención”, subraya Figueroa. A juicio del urbanista, en momento hay una carencia evidente en este aspecto porque “instalamos personas, casas, áreas urbanas en zonas inundables -de riesgo meteorológico, telúrico- y eso no puede ser”.
El documento
“A propósito de una visita a zonas siniestradas por fenómenos meteorológicos de las Regiones de Antofagasta y Atacama, Abril 2015.
Algunos datos a tener presente en las labores de reconstrucción y en las directrices de ordenamiento territorial:
1.- Trazas fluviales indefinidas, carentes de los perfiles requeridos para recibir flujos violentos, ocupadas por trazas ferroviarias, carreteras, calles urbanas y otras infraestructuras: caso de las localidades de Taltal, Chañaral, El Salado y Diego de Almagro.
2.- Estrechamiento de los anchos de la caja fluvial sin la debida profundización del cauce respectivo, con el fin de instalar usos urbanos: caso de los ríos Copiapó y El Salado.
3.- Ausencia de soluciones de continuidad que canalicen los flujos de quebradas hacia las trazas fluviales: caso de la quebrada Paipote – Puquios hacia el río Copiapó.
4.- Áreas residenciales instaladas en zonas de baja aptitud urbana, sujetas a altas probabilidades de recibir flujos meteorológicos violentos: quebradas, pendientes extremas, fondos de valles, etc.: casos de localidades de Paipote, Tierra Amarilla, Los Loros, Chañaral y El Salado.
5.- Cauces fluviales utilizados como depósitos de rellenos de escombros y basuras, ocupados por instalaciones urbanas, viviendas y centros comerciales: caso de los ríos Copiapó y El Salado.
6.- Ausencia de trazas que canalicen flujos de avenidas violentas, al modo de cañadas, desviando las aguas hacia zonas lejanas de los usos urbanos: caso de las localidades de Diego de Almagro y Chañaral.
7.- Obras de ornato del espacio público ajenas a situaciones climáticas extremas: caso de Taltal con aguas desviadas hacia zonas residenciales a través de plazas y calles construidas sobre el nivel de las viviendas.
8.- Puentes fluviales sin los anchos y alturas requeridas para el paso de volúmenes arrastrados por los aluviones, transformándose en diques que desviaron las aguas hacia zonas urbanas: caso de localidades de Diego de Almagro, Chañaral y Paipote.
9.- Ciudades situadas en suelos de alta complejidad topográfica no preparadas para episodios meteorológicos violentos, que por el llamado cambio climático, se harán presentes con una mayor frecuencia que en el pasado.
10.- Carencia de disciplina y control municipal sobre los usos y el estado de las riberas, las orillas, las vegas y los márgenes de ríos y quebradas”.
Fuente: Comunicaciones USACH.