Por Raphael França, director de la Escuela de Sonido, Televisión y Locución de AIEP.
El 21 de Junio de 1987, JM y yo salimos en taxi hacia los suburbios de París. Arrendamos un sistema de sonorización e instalamos nuestros amplificadores, guitarra y bajo en el Quai de Montebello, frente a la catedral. Una librería nos prestó energía y comenzamos a tocar, sin canciones propias ni covers decentes, apenas sabíamos hacerlo, pero nos encantaba.
De pronto se sumó un músico, luego otro, se armó una banda y luego volvíamos a ser dos aficionados entusiastas, al igual que miles de otros artistas anónimos que disfrutan de la Fiesta de la Música, celebración que desde su institución en 1982, se ha expandido a cerca de 110 países, incluyendo a Chile. No obstante, es interesante ahondar en el fenómeno francés para ilustrar su relevancia e impacto en la producción musical.
El año 2017, el Ministerio de la Cultura galo cifraba en 18 mil los conciertos gratuitos realizados durante aquellas 24 horas en todo el territorio, sumando los dos ejes que la celebración pretende promover desde su origen: invitar a los músicos amateurs a salir a la calle y dar acceso gratuito a obras y artistas consagrados.
Hoy se estima que aquella noche convoca a 5 millones de músicos solamente en Francia (aproximadamente 8% de la población) y 10 millones de asistentes (aproximadamente 16%). Junto a esto, se estima que 1.700.000 jóvenes menores de 15 años practican música de manera habitual y las estadísticas del Ministerio de Educación indican que existen 80 mil estudiantes inscritos en alguna escuela o academia para desarrollar estos talentos.
Chile se sumó a esta celebración en el año 2000, gracias al comprometido apoyo de Metro de Santiago, la Embajada de Francia en Chile y la desaparecida Feria del Disco. Si bien la fecha coincide con el inicio del invierno en el hemisferio boreal, esto nunca ha sido argumento suficiente para arruinar la fiesta, que este mes tendrá su vigésima versión en el país, que debe avanzar en el desarrollo de sus músicos.
En este sentido, aplaudible fue la promulgación en 2015 de la Ley 19.928, que fija el 4 de octubre para la celebración del “Día de la Música y los Músicos Chilenos”, generando más avances. El año 2018, se realizaron 40 conciertos gratuitos en más de 20 escenarios, solamente considerando la programación oficial.
Con gran satisfacción veo cómo la música cobra un rol cada vez más protagónico en nuestro día a día, en el trabajo y en el barrio, en el metro y en las plazas. Aun así, necesito imaginar aquella mañana soleada de primavera en la que miles de músicos saldrán a la calle con sus cuerdas, sus tambores, sus “amplis” y sus canciones, en cada comuna de Chile. Particularmente aquellos que no tienen escenario, aquellos que no tienen público, aquellos que no pueden imaginar un futuro sin melodías.
La música es una habilidad atávica que cada uno trae al nacer, a menudo simplemente la dejamos desvanecer. En tiempo de máquinas, es importante recordarla y cuidarla.
Fuente: Grupo Strategika