- Sin tanta sorpresa, pero con profunda nostalgia y tristeza la mañana de este Lunes de Pascua, hemos despertado con el fallecimiento del Papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio.
Mientras el mundo y los medios de comunicación reaccionan a esta realidad preguntando “¿cómo serán las características del funeral?”, “¿cuántos días estaremos sin papa?” o “¿quiénes son los cardenales electores?”, me gustaría invitar a hacernos otra pregunta: ¿Cuál es el legado humano-espiritual del papa Francisco? Creo que realizando un pequeño seguimiento de algunos hitos de su pontificado podemos concluir de manera muy potente cual fue aquel legado.
Una de las primeras actividades de Francisco fue realizar un viaje a Lampedusa, puerto italiano en donde por ese tiempo se habían producido naufragios naturales y también provocados evitando que personas migrantes llegasen a Italia. Otra señal importante fue crear la comisión pontificia para la protección de menores, motivado fundamentalmente por los abusos y delitos realizados por ministros de la Iglesia. A esto podemos sumar la reforma del Banco Vaticano, el ingreso de mujeres en puestos importantes en la Curia Romana o la posibilidad de entregar bendiciones a personas homosexuales. Recordemos sus palabras en el viaje de regreso de la Jornada Mundial de los Jóvenes en Brasil: “Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”. La publicación de encíclicas como Laudato Si, un llamado, un clamor a cuidar nuestra casa común o Fratelli Tutti, invitándonos a ser hermanos y hermanas hijos e hijas de un mismo Padre.
Considerando estos elementos y tantos otros más el legado del Papa Francisco tiene que ver de manera directa con atrevernos a fijar la mirada en nuestros hermanos y hermanas que más sufren no solo para contemplarlos, sino que para acompañarlos en sus dolores, en sus tristezas, en sus alegrías, como una manera concreta de seguir a Jesús: la amada aventura de su vida. Nos enseña a que este movimiento no es solo un voluntarismo caritativo, sino que debe ser un movimiento sistémico en donde las personas y también las instituciones tengan esta idea como su motor de ser y de existir haciendo de la justicia una manera concreta de trascender para todos los cristianos y cristianas, pero también para todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Christian Guzmán Verdugo, subdirector nacional de Formación e Identidad Santo Tomás.
Fuente: Simplicity