Por Rodrigo Goycolea, Magíster en Drogodependencia y docente de Terapia Ocupacional de la Universidad Central
La semana pasada el último estudio de la Organización Mundial de la Salud reveló que Chile ostenta un lamentable liderazgo en América Latina y El Caribe: el de mayor consumo anual de alcohol per cápita, con 9,6 litros, seguido por Argentina, con 9,3 litros; y Venezuela, con 8,9 litros; con una media en la región de 8,4 litros de alcohol puro por año.
Son evidentes los enormes problemas que trae esta cifra a nivel de Salud Pública. Según el Informe Mundial de Situación sobre Alcohol y Salud 2014, el 5,9% de todas las defunciones se producen por consumo nocivo de alcohol; mientras que en el grupo etario de 20 a 39 años esta cifra sube a 25%.
El alcohol es, además, factor causal en más de 200 enfermedades y trastornos. Recientemente, se ha determinado el vínculo entre el consumo nocivo y la incidencia de enfermedades infecciosas, tales como tuberculosis y el VIH/Sida.
El consumo excesivo de alcohol genera una carga sanitaria, social y económica importante para la sociedad en su conjunto. En este contexto, tanto el volumen total de alcohol consumido como las características de la forma de beber de las personas son dimensiones del consumo gravitantes en la determinación de resultados sanitarios crónicos y graves de las poblaciones.
En este escenario, las políticas públicas que se adopten son claves para revertir las patologías sanitarias y sociales que provoca el consumo excesivo de alcohol. Entre las estrategias recomendadas está regular la comercialización de las bebidas alcohólicas, en particular, a menores de edad; controlar y restringir la disponibilidad de alcohol; promulgar normas apropiadas sobre la conducción de vehículos en estado de ebriedad; reducir la demanda mediante mecanismos tributarios y de fijación de precios; aumentar la sensibilización y el apoyo con respecto a las políticas; proporcionar tratamiento accesible y asequible a las personas que padecen trastornos por abuso del alcohol; y poner en práctica programas para disminuir el consumo peligroso y nocivo de bebidas alcohólicas.
Es vital que las políticas públicas de largo plazo consideren en su diseño y aplicación el enorme factor de riesgo en la salud de los chilenos que implica el consumo nocivo de alcohol. Porque de esta mayor incidencia, por cierto, se desprende un dato no menor, y es que Chile ha ganado en pocos años nuevos consumidores de alcohol en exceso.
Fuente: Comunicaciones Facultad de Ciencias de la Salud Universidad Central.