La prueba Pisa evalúa periódicamente la adquisición de conocimientos y la capacidad de aplicarlos, razonando y comunicando efectivamente el proceso de resolución de problemas. A primera vista, y a pesar del largo alejamiento de las aulas experimentada durante el estallido social y la pandemia, Chile se salvó del desplome educativo evidenciado al comparar los resultados 2018 y 2022, donde el promedio OCDE y la mitad de los países evidencian una disminución en al menos dos de las áreas evaluadas.
De hecho, a nivel global, no se ha encontrado asociación significativa entre los resultados PISA y la extensión del período de cierre de escuelas. En cambio, los datos sí apuntan a la relevancia del rol docente: en Chile, un porcentaje de estudiantes mayor que el OCDE, indica que sus profesores les apoyan y se interesan por su aprendizaje. Al parecer, el compromiso docente durante los duros años de pandemia fue un importante facilitador en la adquisición de habilidades en los y las estudiantes, sobre todo para el grupo socioeconómico más bajo, que en Chile experimentó un alza significativa en sus resultados de matemáticas.
La mala, muy mala, noticia es que, a pesar de la estabilidad promedio, los resultados de las mujeres chilenas sí cayeron significativamente en lenguaje y matemática. En efecto, Chile fue uno de los pocos países donde la brecha de género aumentó durante este período. Así, si bien el rol docente es crucial, para ellas, ir físicamente y participar de un espacio comunitario de aprendizaje, es lo que posibilita “sacarse el delantal” y ponerse en el rol de aprendiz. El período que viene debe poner especial atención en ellas, pues es en el espacio escolar donde se desplegarán todas esas capacidades y su potencial de cambiar el mundo.
Carolina Flores
Decana Facultad de Educación Universidad Santo Tomás.
Fuente: Simplicity.