Por Francisco León, director del Programa de Bioética de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Central.
No deja de ser sincrónico que el próximo martes 7 de julio se vote la idea de legislar del proyecto de despenalización del aborto bajo tres causales: peligro de muerte de la madre, inviabilidad del feto y violación, y que por estos mismos días la campaña publicitaria por la legalización del aborto, creada por la Fundación Miles y la agencia de publicidad Grey, recibiera un premio en el Festival Internacional de Creatividad Cannes Lion, en la categoría Contenidos de Marca y Entretenimiento.
Recordemos que la campaña, que buscaba sensibilizar sobre la legalización del aborto terapéutico en Chile, simulaba tutoriales cortos publicados en Youtube, donde diversas mujeres explicaban cómo llevar a cabo un aborto que pareciera accidental.
Mientras en Chile la votación contempla citar al nuevo ministro de la Segpres, a la ministra de Salud, a la ministra del Sernam y a la ministra de Justicia, entre otros personeros, con el fin de escuchar nuevamente argumentos técnicos y expertos, en Europa llamó profundamente la atención que el aborto fuera penalizado en Chile a todo evento.
Todo ello nos lleva a reflexionar que este proyecto de ley no ha hecho más que visibilizar una situación de hecho y, por lo demás, extrema. De ahí se entiende que, a pesar de la oposición existente de sectores más conservadores, éste vuelva nuevamente a la cancha.
En un país donde el tema del aborto está unido a importantes debates valóricos, éticos e incluso religiosos, este proyecto de ley es, en sí mismo, muy acotado y puntual, pues contempla solamente casos extremos. En ningún caso pretende hacerse cargo de la práctica abortiva en su totalidad y de sus consecuencias sanitarias. Además, busca despenalizar, no legalizar: es decir, no se está decidiendo si es ético o no el aborto en esos casos, sino si debemos o no penalizarlo como delito socialmente o debemos despenalizarlo, independientemente de que consideremos que es un mal moral que debe ser tolerado o un bien moral que debe ser promovido.
El proyecto de ley de aborto terapéutico tampoco se puede asumir como una medida de control de la natalidad. Por el contrario, éste debiera inscribirse en una política efectiva de educación sexual, donde se pongan todas las alternativas sobre la mesa: abstinencia, educación contraceptiva, acceso libre e igualitario a métodos contraceptivos y a la contracepción de emergencia, esterilización voluntaria. Todo para impedir llegar a una situación de aborto.
Fuente: Comunicaciones Universidad Central.