Frente a un escenario más que incierto, las investigadoras Carolina Cuéllar y María Angélica Guzmán de la Universidad Católica Silva Henríquez entregan recomendaciones prácticas a docentes y familias para ayudar a las y los estudiantes en sus primeros años de escolarización.
Santiago, 12 de noviembre.- Mientras las escuelas comienzan a finalizar el año, tanto padres como docentes miran con más dudas que certezas la vuelta a clases en marzo. Es por esto que las investigadoras Carolina Cuéllar y María Angélica Guzmán del Centro de Investigación para la Transformación SocioEducativa (CITSE) de la Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH) desarrollaron recomendaciones prácticas enfocadas en familias e instituciones educativas para el acompañamiento de los y las estudiantes.
Diagnóstico preciso de aprendizajes:
En la escuela: Es importante que la escuela desarrolle procesos diagnósticos respecto de los aprendizajes que niños y niñas construyeron en el período de formación a distancia, en las distintas asignaturas y cursos. Con ese escenario identificado, se puede tener una base sólida para proyectar los nuevos aprendizajes.
Relación con las familias: Es central conocer las condiciones que tienen las familias para apoyar el aprendizaje de las y los estudiantes. Información detallada respecto a, por ejemplo: acceso a equipos, conexión a redes y disponibilidad de adultos responsables para apoyar el aprendizaje, entre otros, son datos sustanciales para pensar en un diseño formativo que aborde contextualizadamente las necesidades de los y las estudiantes.
“El diagnóstico debe hacerse desde la escuela, considerando la situación de las familias. Es necesario entender que la pandemia dejó en evidencia la brecha digital existente, donde solo un 43% de la población estudiantil tiene acceso a contenidos digitales de manera sincrónica. Esta situación da como resultado niveles muy desiguales de aprendizaje durante este período a distancia, lo que se relaciona estrechamente con las condiciones socioeconómicas de origen. Esto se vuelve un desafío para la gestión de las escuelas, las que deben promover una educación equitativa para todos y todas”, señala María Angélica Guzmán.
Planificación frente a la incertidumbre:
En la escuela: Una vez delimitados los aprendizajes logrados durante el período a distancia, en cada curso y asignatura, la escuela debiese desarrollar procesos de planificación fundados en ellos. Así, los nuevos aprendizajes a construir quedarán articulados con los previamente logrados y así la transición resultará más fluida.
Relación con las familias: La mantención de una relación fluida y permanente de los padres, madres y apoderados con la escuela favorece un mayor compromiso y bienestar de las y los estudiantes, especialmente en tiempos complejos. La familia, y a su vez la escuela, también debiese favorecer el vínculo de los niños y niñas con sus compañeros y docentes. Es importante comprender que los aspectos ocio afectivos son parte del proceso de aprendizaje y, por tanto, deben planificarse, más que nunca en este período.
La investigadora Carolina Cuéllar señala un punto fundamental en este aspecto: el desafío de planificar frente a la incertidumbre. “Hoy vemos como las escuelas no saben si las clases volverán a ser presenciales o se desarrollarán en formato mixto, alternando la presencialidad con la formación remota. La recomendación aquí es la flexibilidad y previsión: adaptar los contextos socioeducativos y los estilos de enseñanza o acompañamiento de los y las estudiantes, así como también generar rutinas para el aprendizaje, por ejemplo, buscar espacios para el estudio, ordenar horarios en línea con los tiempos de la casa y del adulto que apoya, y todo esto acompañado de mucha paciencia y creatividad, factores clave para este momento”, añade Cuéllar.
Seguimiento de los procesos:
En la escuela: Dado que el período de regreso a la presencialidad tendrá bastante de incierto, es importante que las y los profesores realicen un seguimiento más cercano a sus estudiantes, entregándoles una retroalimentación permanente y sistemática. En esta línea es necesario generar un acompañamiento más cercano, que entregue información oportuna para enriquecer los procesos de aprendizaje en desarrollo.
Relación con las familias: La comunicación con padres, madres y apoderados será fundamental, para no generar expectativas ni ansiedades que tal vez no estén en línea con el sentido de realidad de cada núcleo familiar. En este marco, es pertinente que las personas adultas que acompañan a los y las estudiantes centren la atención en el proceso de aprendizaje, más que solo en los resultados o calificaciones, dando mayor énfasis al foco formativo, favoreciendo con ello la reflexión de toda la comunidad escolar.
En este punto, es muy recomendable generar una bitácora de los procesos de aprendizaje desarrollados por los niños y niñas para saber cómo están respondiendo a los desafíos y cuáles son las principales problemáticas que se les presentan. Poder compartir esta trayectoria, promoviendo el trabajo conjunto entre escuela y familia, puede ser un paso sustantivo para entregar un soporte apropiado a las y los estudiantes en este complejo escenario.
Fuente: UCSH