Jason Iong, Director de Home & Distribution en Schneider Electric Chile, Perú y Bolivia.
La energía no solo es el pulso que le da vida a nuestras ciudades, sino el recurso que moviliza nuestras vidas diarias y actividades cotidianas. A pesar de ello, ese pulso puede verse interrumpido por contingencias como fenómenos climáticos adversos, dejando a miles de hogares sin suministro eléctrico como evidenciamos hace algunas semanas, cuando un frente de mal tiempo dejó sin luz a 270 mil clientes en la Región Metropolitana, y más recientemente, con las fuertes ráfagas de viento y lluvias que afectaron desde la Región de Coquimbo hasta la de Ñuble, dejando sin electricidad a más de 15 mil hogares en el Gran Santiago.
Estas interrupciones no solo son un recordatorio de la vulnerabilidad de nuestras infraestructuras ante eventos naturales, sino también de la necesidad urgente de reforzar su resiliencia. Los recientes eventos climáticos lo han puesto en evidencia: a pesar de las medidas preventivas, nuestra infraestructura actual todavía presenta áreas de mejora. La necesidad de una respuesta más eficiente y una comunicación clara y oportuna es evidente, mientras que la población espera soluciones rápidas y sostenibles que garanticen un suministro eléctrico confiable en todo momento.
Para enfrentar estos desafíos, necesitamos una transformación radical en la forma en que diseñamos y gestionamos nuestras infraestructuras eléctricas. Es imperativo invertir en tecnologías que no solo aseguren un suministro estable en condiciones normales, sino que también puedan adaptarse y recuperarse rápidamente ante contingencias, lo que implica ser proactivos, implementando soluciones resilientes antes de que ocurran catástrofes, en lugar de reaccionar después de éstas.
Aquí es donde la digitalización y la automatización juegan un papel crucial. La integración de sistemas de gestión de energía inteligentes permite una respuesta más rápida y eficiente ante fallas. Las redes eléctricas inteligentes, o smart grids, por ejemplo, pueden identificar de inmediato las áreas afectadas y redirigir el suministro eléctrico para minimizar los impactos. Su capacidad de autoajuste es crucial para reducir tanto la duración como el alcance de los cortes de energía, protegiendo así a los consumidores y a las economías locales de interrupciones prolongadas.
La resiliencia no es responsabilidad de un solo actor, sino el resultado de una colaboración efectiva entre el sector privado, el gobierno y la comunidad. Las alianzas estratégicas y la inversión conjunta en tecnologías avanzadas son claves para acelerar la transición hacia sistemas más resilientes que beneficien no sólo a nuestras ciudades, sino más importante aún, a las y los ciudadanos.
Fuente: Corpo