Las catástrofes son eventos que ocurren en momentos no determinados, provocando daños irreparables en las personas, medio ambiente y comunidades. Su impacto no es solo material, sino también en el ecosistema, generando una desorganización en el funcionamiento individual, social e institucional, con consecuencias que perduran en el tiempo.
El incendio ocurrido el pasado 2 de febrero en Región de Valparaíso, ha sido considerado una de las catástrofes más grandes vividas en nuestro país. En este contexto, las personas y familias que habitan los distintos sectores se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad, donde no solo existe un perjuicio económico y material, también, han debido cargar con la pérdida de cientos vidas humanas de familiares y conocidos que forman parte de sus vidas en comunidad, sumado a la destrucción total de sus territorios.
Actualmente, se ha logrado dimensionar el daño de las viviendas afectadas por el incendio, ante ello, las ayudas económicas dispuestas para la emergencia han operado con relativa rapidez. Sin embargo, estas medidas carecen de herramientas que permitan a las personas procesar este evento traumático, frente a los síntomas de ansiedad, irritabilidad, problemas de sueño, deterioro social y laboral e hipervigilancia, donde el funcionamiento diario de los afectados se ha visto altamente impactado.
Es de esperar que el gobierno comprometa recursos para el abordaje de los diversos problemas de salud mental que han comenzado a surgir debido a la tragedia, como consecuencia directa del incendio, la pérdida de vidas humanas y el sentimiento de amenaza, constatado en los múltiples de relatos de personas y familias que han vivenciado este desastre.
Mg. María Isabel Muñoz Jaime
Directora de Carrera Trabajo Social, sede Viña del Mar
Universidad Santo Tomás
Fuente: Simplicity