Programar las vacaciones de invierno puede ser estresante para los padres, sin embargo, de acuerdo el académico de la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Felipe Rodríguez, es relevante considerar espacios que parezcan aburridos, porque los niños pueden explorar su imaginación y aprender a divertirse.
Aunque el regreso a clases está a la vuelta de la esquina, lo cierto es que las vacaciones de invierno constituyen una de las épocas del año más esperadas por los estudiantes, pues son sinónimo de relajo y despreocupación. Por lo mismo, suelen aprovecharlas hasta el último minuto.
Sin embargo, este periodo también puede resultar intenso y estresante para algunas familias, debido al cambio de las rutinas cotidianas y la forma de compatibilizar la vida familiar cuando los niños están sin clases y los padres trabajando fuera de casa.
Para Felipe Rodríguez, académico de la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), a veces los padres y los cuidadores manifiestan ansiedad “intentando que los niños y niñas no se vayan a aburrir. Les inventan panoramas múltiples y están continuamente pensando y estresándose para que no se aburran. Tenemos una concepción bien negativa del aburrimiento en estos tiempos”.
Al respecto, señaló que también es relevante considerar espacios que parezcan aburridos en las vacaciones “porque son los momentos en que los niños desarrollan y exploran su imaginación, aprenden a divertirse y encuentran nuevos intereses, que son elementos muy importantes en términos del desarrollo psicológico, entonces, no está mal que existan algunos espacios de aburrimiento”.
¿Qué hacer y cómo enfrentar las vacaciones?
Una de las primeras acciones que suelen realizarse durante el período de descanso escolar, es la flexibilización de algunas normas existentes en el hogar, como levantarse y acostarse más tarde o modificar la forma de realizar algunas tareas de la casa, sin embargo, Felipe Rodríguez hizo hincapié en que “es muy importante tener en cuenta que cualquier flexibilidad o cambio que hagamos en las normas y las rutinas, debe estar dentro de los límites que consideramos saludables y necesarios para los niños y adolescentes. Si bien es bueno flexibilizar, ojalá que esa flexibilidad no sea sin límites y que las nuevas rutinas no sean a la larga perjudiciales. Por ejemplo, está bien que puedan dormir un poco más tarde, pero no que pasen toda la noche sin dormir, porque eso puede afectar en la recuperación de los hábitos cuando tengamos que volver a clases”.
El académico también destacó que las vacaciones constituyen una buena oportunidad para conectar con los niños: “ojalá pudiésemos ocupar algunos tiempos para conocer un poco más a nuestros niños y que ellos también conozcan el mundo de los adultos. Quizás no es necesario transar algunas actividades de la vida adulta para poder jugar, porque en los juegos no importa a qué jugamos y sino con quién jugamos y qué contexto construimos en relación con el juego”.
Fuente: PUCV.